y se pone a lavarles los pies a los discípulos,
secándoselos con la toalla que se había ceñido…
Llevo años dedicada al cuidado, de otros, más que de mí misma, pero
no ha sido hasta hace relativamente poco que el significado más profundo y
metafísico de esta palabra me ha calado el alma.
COGITARE _coidar _cuidar
Siempre he cuidado desde el COGITARE más popular, el de prestar
atención para conservar algo y no ha sido hasta que me he encontrado “cuidando”
del secar unos delgados pies, algo inseguros y que no ven dónde se detiene mi
mano o cómo va a frotar la toalla contra la piel, cuando realmente he llegado a
ese COGITARE en desuso del pensar, reflexionar y del meditar, de adentrarte en
lo realmente valioso que es poner los cinco sentidos en la tarea más sencilla,
a aprehender el respeto que supone llevar a cabo un acto tan habitual, pero que,
sin embargo, considero que ha de hacerse con la extrema delicadeza de la
ternura.
No soy madre, quizá si lo fuera ya habría descubierto esto mucho
antes, pero lo hago ahora, aunque siempre he cuidado con el corazón más que con
teorías, olvidando horarios y disciplinas cuando se trata de gozar de las
personas y de sus rituales diarios, pero hasta este minúsculo e insignificante
hecho tan cotidiano, no había llegado a comprender la capacidad que tenemos en
nuestras manos los cuidadores, los guardianes de la dignidad de quienes han
sido silenciados, los conservadores de la exclusividad de cada persona (con sus
manías, rutinas y olvidos), los que prestamos atención a aquello a lo que el
otro no alcanza.
Hay muchas formas de llevar a cabo cualquier acción cotidiana de la
vida, pero lo cierto es que cuando por fortuna una de ellas te revela una
emoción sutil y te azuza el pensamiento, no puedes por menos que compartirla para
que el resto del mundo entienda por qué estamos tan locos y felices de ser lo
que somos y de hacer lo que hacemos cada día. Ni más ni menos.