viernes, 12 de diciembre de 2008

¿CAFÉ?


A menudo por aquí hablamos de andar, de estar en camino y es curioso cuando mi trascacho es precisamente lo contrario, el encontrarse en un lugar cálido, sentado, acurrucado, sin prisas, con un café o una copa en la mano.
El otro día leía un testimonio de una chica de mi edad y era impresionante todo lo que había hecho, sin embargo no me llamó la atención su valor para irse de misiones, ni su capacidad para crear una ONG y gestionarla, ni miré con envidia su capacidad para contagiar a otras personas el entusiasmo por su proyecto, ni me entró el gusanillo ese de “se puede ayudar tanto en otros sitios”, no, había muchas cosas loables en su testimonio, pero lo que verdaderamente me dejó huella fue un hecho simple, ella hizo un parón en su vida, para poder tener tiempo para los demás, para pararse a hablar con la gente, para visitarlos, para poder no tener prisas en los encuentros, en las conversaciones... y esto sí me cuestiona y no sólo me interroga sino que se me queda un sinsabor en el pecho. A lo largo del día estamos con muchas personas con las que intercambiamos poco más que palabras y palabrería, se nos llenan las mesas con papeles que hablan de calidades, de pedagogías, de programaciones que quieren dar respuestas a las necesidades que nosotros creemos que tienen las personas, y sin embargo todos andamos necesitados de un café con charla, de alguien que se siente un instante cuando nos pregunta ¿qué tal? y así, alguna vez, poder contar la verdad, todos necesitamos que alguien se interese por lo que contamos, si bien haya quien cuente lo mismo año tras año, días tras día, aunque haya quienes en su bucle existencial, al acabar de hablar vuelvan a narrar lo mismo como si fuera la primera vez, aunque nos pese en el corazón lo que escuchemos y miremos nuestras manos vacías que no tienen el regalo que esa persona necesita. Podría seguir dando vueltas a la idea, porque se me ha quedado clavada, me lleva a sucesivas preguntas, me lleva a leer mi entorno, a dolerme por las veces que he llegado tarde al café o por las veces que entre tequila y tequila sólo ansiaba hablar y no escuchar, por las veces que la vergüenza me ha impedido llegar a quien está triste o por las ocasiones en las que tu casa estaba demasiado lejos para acercarme allí un ratito, me increpo porque me quedo sin tiempo para llamarte y preguntarte ¿cómo te va? o porque huyo de lo que vas a poder decirme. Vivimos carentes de diálogos y discusiones, somos incapaces de comprender la importancia de lo que escuchamos, sólo entrevemos lo negativo.
Te invito a un café.

¿SOMOS ESTRELLAS?