martes, 11 de febrero de 2014


Hay días a bocanadas.
Son días indolentes en sus extremos,
lánguidos y silenciosos en su centro.
Si te paras en ellos (así… sin querer)
te será imposible encontrar un latido vital,
sólo hallarás el estruendo y bullicio
del fluir de las horas y la sangre.
Únicamente se percibe el rumor
de manecillas que resbalan rutinarias
a través de nubes plomizas sin forma;
de notas de música errantes que se enredan
entre las baldosas de la acera callada.
Si te paras, ahí, justo en ese instante
de uno de estos días a bocanadas,
es posible que no sepas
como volver a reiniciar tu paso.


Sigue, no pares, no te dejes atrapar
por la afonía de un día sin aliento,
no te detengas en medio de la calle
para constatar que todo es silencio.
Afortunadamente, son pocos
los días lánguidos en su centro
y estridentes en sus extremos.