Quizá porque no sabes cómo hacerlo o dónde colocarlo,
sencillamente, lo dejas ahí.
Pero tropezándolo cada vez que caminas lo vas desparramando,
ensuciando las rendijas del suelo y salpicando los rodapiés de las
paredes.
Y esas manchas son verdaderamente difíciles de quitar
(más aún por personal no cualificado para tales tareas)
de modo que cuando intentamos arreglar la marca del tropezón,
dejas en la pared, para siempre, muestras de tus torpezas
saltando a la vista de cualquier visitante de tu vida.
Pero hay quienes somos dados a los derramamientos
y al choque contra las cosas nuevas
que se nos ponen en nuestros trayectos habituales,
posiblemente, si anduviésemos con más precaución
podríamos evitar tales accidentes, pero no lo hacemos,
así que no resta más que proveerse de un buen kit de limpieza
que minimice los estragos causados por los arrebatos del pensamiento
y la falta de filtro en las palabras.