martes, 20 de diciembre de 2011

BAILA

Quizá porque no sabes qué hacer, quizá porque te cansas... te pones a divagar, a intentar averiguar qué de cierto hay en lo que vives, en lo que tienes, a intentar responder dónde está el centro que te sostiene, que te equilibra, que te permite girar como bailarina de caja de música sin precipitarte al suelo.

Pero yo no tengo equilibrio y soy arrítmica, por eso cuando levanto la pierna en posición y alzo los brazos, dispuesta a seguir la metálica melodía que se arrastra por la caja ennegrecida, giro precipitadamente cayendo por el borde.
Y perseverante, vuelvo a colocar la bailarina en el centro, esta vez con más cuidado y vuelvo a recogerla en su caída, así sigo probando distintas posiciones, distintos puntos de inicio, no obstante sólo hay dos resultados, o cae desequilibradamente tras un par de giros o se queda inmóvil.

Y tras girar y caer, he cerrado la caja de música para bailar al ritmo de las campanas que resuenan en mi particular cajita.

Desacompasadamente, trizadas las rutinas de 30 años, intento aprenderme la coreografía de esta nueva vida, ya sin tutú ni tules, sin terciopelos ni rincones salvíficos.
No hay posibilidad de quedarse inmóvil, obligatoriamente obligada a girar.
Sin manos que vuelvan a colocarte en el centro de un espejo lleno del polvo de tantas batallas.