La rebelión está en
marcha, como siempre todo comienza en los altos mandos, en las seseras
pensantes que han decidido que deben buscar los argumentos necesarios para
hacerse con más poder del que tienen.
Evocan para acicate
de las masas latientes tiempos pasados de esos en los que respirar sólo era
posible si tenías venia para el aliento, donde no existían lugares secretos,
donde cada mínimo tropiezo era motivo de asamblea general para determinar en
qué momento debías levantarte del suelo con ayuda de tu gobierno.
Las revueltas del
insurrecto pensamiento fraguan en la aurícula y el ventrículo derecho, sin duda
los más dañados antes de instaurarse la república y planean la forma de
expandir el movimiento al lado izquierdo, el más beneficiado con los cambios impulsivos
llevados a cabo por el ministro en funciones.
Y el caso es que
ninguno sabe que nada de eso tiene sentido. Los dedos pequeños intentan hacer
correr la voz alegando que de nada sirve ponerse en guerra, pero los rumores
únicamente alcanzaron las rodillas, ahí se quedaron bloqueados en un intento de
aliarse con la zona centro, partidaria de quedarse como está.
La rebelión está en
curso y como un virus contagia los momentos, las palabras, los pensamientos,
incluso infectó algunas decisiones y un par de besos.
Las zonas neutrales
confían en que los brazos puedan frenar el levantamiento, detener la conjura de
los miedos y el amotinamiento de los sentimientos, sublevar en un abrazo a las
neuronas insubordinadas y aplacar los motines y disturbios que han causado tanto
revuelo.
Quizá se instaure
la cordura en esta conspiración tramada en secreto, claro, eso siempre que las
partes se pongan de acuerdo en qué es lo cuerdo.