Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Neruda.
Actriz secundaria. Escena 8. Toma primera
No hay ningún interés por escuchar
lo que yo tengo que decir.
Quizá por eso escribo…
para que yo me oiga.
Para que yo me oiga
mis palabras se engruesan con tinta.
No hay ningún interés por escucharme,
lo sé, nací con ello,
como una marca de nacimiento
ha ido creciendo conmigo.
Cierto es que hubo años de tratamiento
para reducir tal mácula,
pero siempre vuelve,
brota en mi piel y se cuela en los adentros.
Luego miro mis trazos emborronados
en cualquier pedazo blanco
y ni siquiera yo, me reconozco en ellos.
Si algún logro he alcanzado,
si en algo me he realizado,
es en desaparecerme,
en “segundoplanarme”.
No, no aplaudas, no tiene mérito alguno.
Para que yo me oiga, para que yo me oiga
canto a pleno pulmón los domingos con la aspiradora
y verseo libres estrofas
que corten el cable amarillo
¿o tal vez era el rojo?
de la autodestrucción resacosa.
No quiero momentos de gloria.
Sólo abrir la boca y que no se interrumpa.
Sólo abrir las manos y que caiga un gracias.
Sólo abrir el corazón y que no me lo cosan.
Sólo abrir el alma y que no se me vuele.
Para que yo me oiga.
Para que yo me oiga.
¡Para que yo me oiga!
Hacen falta lágrimas frente a un espejo,
porque, afortunadamente,
sigo reflejándome en ellos.
Como una marca de nacimiento,
nunca tú, siempre ellos.
Finalmente,
y como conclusión,
y aún pareciendo hipócrita,
aclararé que
puedo sentirme orgullosa
por haber logrado
lo que desde pequeña
tanto buscaba.
Actriz secundaria. Escena 8. Toma cuarta.