Dicen
que después de la tempestad llega la calma, y así ha de ser, pero lo cierto es
que no sabemos en qué orilla vamos a despertar.
Tal
vez los existencialmente reiterativos despierten en la misma orilla de siempre
una y otra vez, haciendo que tanto esfuerzo para sobrellevar la tormenta no
haya servido para nada.
Tal
vez, los vitalmente inconformistas, amanezcan en orillas insólitas, en arenas
movedizas y algas salvavidas.
Dicen
que siempre llega la calma…
Pero
no siempre en esa calma nos invade una sensación de sosiego.
Debe
existir ese minúsculo instante en el que al cerrar los ojos y sentir que ya
todo pasó, sepas que algo ha cambiado, que se abre un nuevo horizonte ante tu
mirada, aunque bajo tus pies esté la misma arena de todos los días, de todos
los años, de toda una vida.
Porque
si no la lucha contra la marea es inservible.
La
vida siempre gana.
La
resaca siempre lastima.