Si acaso la pupila sostuviera la idea
funambulista
seguramente pudiera ejecutar un “relevé”
sobre el latir
y cabriolas imposibles en el aliento.
Los sueños, entonces, se agolparían en
la entrada de los labios
para disfrutar gratuitamente de la
función
de entrada libre hasta completar aforo.
Los aplausos resonarían huecos y
cálidos en las entrañas
y vibrarían los vítores a través de las
venas
hasta disiparse y expandirse
desde el ombligo hacia el universo.
Caerían los párpados sobre el escenario
y las fantasías satisfechas abrirían
sus paraguas
para salir del teatro y regresar a sus
casas,
acurrucándose en las expectativas
y esquivando charcos al unísono
al ritmo de la melodía que aún resuena.
Pero, claro está, esto sólo sería
si la idea fuera sostenida por la
pupila
en su acrobacia del más difícil todavía.