martes, 7 de febrero de 2023

LA DE LOS DRAGONES, PRÍNCIPES Y MESAS


Y la muchacha obtusa, tardó más de 40 años en darse cuenta que domesticar dragones y retorcer cuellos de príncipes era una tarea lenta, muy lenta, a la vez que extenuante. 



Un camino infame, recorrido a rastras, huyendo del cara a cara pero encontrándolo en cada vuelta de hoja, así sin quererlo: inesperadamente. 
Sentada en un tronco y posiblemente con un cigarro y con una cerveza, pensaba que, mira por dónde, ella nunca podrá decir que justo cuando era feliz se la torcían las cosas porque nunca había alcanzado esa plenitud, aunque fuera precariamente. 
Si bien, tampoco había tenido momentos dramáticos desde que decidiera cargar su mochila y ponerse en camino para domesticar dragones y retorcer cuellos de príncipes de sonrisa trasversal y mirada lasciva.
Pero es tan, tan, tan verdaderamente iterativo ese trayecto en espiral con centro infinito… que cómo no distraerse en tabernas y lugares que llaman hogar donde perder el propósito de enmienda, dejándote sin fuerzas para domesticar esos dragones sanos y bien alimentados a pesar de las batallas que combatiste contra ellos. 
La autosuficiencia y la autodestrucción van siempre dadas de la mano, prácticamente haciendo un ejercicio de funambulismo equilibrándose para evitar la caída, sí, pero también atollando alcanzar la meta. 
Y de pronto, llega el sendero escarpado cuando ya se tenía controlada la técnica de acurrucarse bajo la mesa salvadora de batallas y se había pillado el ritmo para caminar 10.000 pasos al día. 
Comienza a faltar el aire, hay calambres en las piernas, se podría decir que hay seísmos que mueven el suelo firme que pisabas, pero eso no es cierto, el suelo sigue compacto: eres tú. 
Luchas por seguir andando, miras hacia arriba y, como siempre, nunca hay meta y como siempre piensas: “¿no reventaré de una vez?”.  No.
Pues no, los cráteres no te tragan, no sé muy bien si porque te aferras a los arbustos, o si porque ágilmente te pones en suelo firme o si porque la gracia de esta historia es que su único protagonista siga indemne sin tocar fondo ni salir a flote… 
El caso es que no, que siempre hay escapatoria, porque si de algo pueden alardear las personas obtusas es de dejarse llevar por las riadas, por los vientos y por los senderos cuesta abajo. 

La muchacha sigue el camino, uno cualquiera, porque al fin y al cabo nunca, jamás, se ha molestado en encontrar un rumbo. 
Escondiéndose bajo mesas de madera de cocina, retorciéndole el cuello a dragones y domesticando príncipes. 
O escondiéndose bajo dragones, retorciendo príncipes y domesticando mesas.
O escondiéndose bajo príncipes, retorciendo mesas y domesticando dragones.