Subsistiendo
de “diminutos instantes inmensos en el vivir”
de
fragmentos recompuestos arbitrariamente.
Ráfagas
que enlazan aromas
con sus luces y sus sombras
con sus recuerdos y sus inventos.
Construidos
a base de guijarros
sin
argamasa ni mortero,
sin
cemento ni cimiento.
Ilusionistas
con chisteras sin razón ni consuelo.
Sutilmente
posado sobre la existencia,
equilibrando
el latir y el partir.
Funambulistas
de los sentidos.
Trapecistas
del suelo y el sueño.
Malabaristas
de aire y realidad.
Contorsionistas
del puedo sin quiero.
¿Quién
necesita 90 minutos
si, al
fin y al cabo, diez segundos
bastan
para cortar el aliento?