Dice una canción que el caso es andar, y ya ves, de las ciento de cosas que hoy he pensado y que he sentido, me he quedado ahí y me pregunto ¿de verdad lo importante es andar? Obviamente, alguien como yo, que me quedo estática en cualquier punto del camino, siempre contestará que no, que eso no es lo importante.
Pero si no sabes hacia dónde ir ¿de qué te sirve andar?
Luego hay que deshacer el trayecto recorrido y eso es muy doloroso porque según ibas caminando cargas en tu mochila muchas cosas, que cuando comienzas a desandar tienes que ir abandonando.
Por otro lado, si nunca nos decidiéramos o nos dejáramos llevar por los impulsos jamás nos moveríamos del sitio, ¡qué feliz me sentiría yo si esta pudiera ser una de las opciones de la vida!Pero es verdad, llega un momento en el que hay que andar y soy consciente de ello, por eso me quedo quieta, bien quieta, agazapada en el suelo, con las rodillas en el pecho y la cabeza agachada, y callo, y me calo y me hallo y me ajo y… callo hasta que olvido los latidos y así me quedo preguntando por mi camino, así me quedo hasta que andar es inevitable.
No sé si el caso es andar o lo importante es ser conocedor de los compañeros del trayecto. Yo sé que para mí el caso no es andar, que si hay que elegir, mejor quedarse quieto y curiosamente esto es lo que hago y no sólo metafóricamente, como soy tan tendente al “embobamiento existencial” suele pasarme que me distraigo y me pierdo de las personas con las que voy y yo siempre me quedo quieta, me espero allí donde me he perdido (o donde me han dejado olvidada) mirando como alelada en todas las direcciones pero sin ver nada.
¡Eh! Señor, ¿me has dejado olvidada? Que sepas que no tengo pérdida, estoy quieta aquí donde me dejaste.
Volviendo a la canción a mí sí me pertenece el paisaje porque lo empapo de poesía, sé que llevo un pesado equipaje que a veces me precipita al subsuelo en la noche larga y ansío comenzar mi peregrinaje, porque ser peregrino es conocer el camino que se debe seguir para llegar a un destino concreto.
El caso no es andar, porque personas como yo al andar por andar terminamos haciendo círculos que sólo construyen pozos.
Pero si no sabes hacia dónde ir ¿de qué te sirve andar?
Luego hay que deshacer el trayecto recorrido y eso es muy doloroso porque según ibas caminando cargas en tu mochila muchas cosas, que cuando comienzas a desandar tienes que ir abandonando.
Por otro lado, si nunca nos decidiéramos o nos dejáramos llevar por los impulsos jamás nos moveríamos del sitio, ¡qué feliz me sentiría yo si esta pudiera ser una de las opciones de la vida!Pero es verdad, llega un momento en el que hay que andar y soy consciente de ello, por eso me quedo quieta, bien quieta, agazapada en el suelo, con las rodillas en el pecho y la cabeza agachada, y callo, y me calo y me hallo y me ajo y… callo hasta que olvido los latidos y así me quedo preguntando por mi camino, así me quedo hasta que andar es inevitable.
No sé si el caso es andar o lo importante es ser conocedor de los compañeros del trayecto. Yo sé que para mí el caso no es andar, que si hay que elegir, mejor quedarse quieto y curiosamente esto es lo que hago y no sólo metafóricamente, como soy tan tendente al “embobamiento existencial” suele pasarme que me distraigo y me pierdo de las personas con las que voy y yo siempre me quedo quieta, me espero allí donde me he perdido (o donde me han dejado olvidada) mirando como alelada en todas las direcciones pero sin ver nada.
¡Eh! Señor, ¿me has dejado olvidada? Que sepas que no tengo pérdida, estoy quieta aquí donde me dejaste.
Volviendo a la canción a mí sí me pertenece el paisaje porque lo empapo de poesía, sé que llevo un pesado equipaje que a veces me precipita al subsuelo en la noche larga y ansío comenzar mi peregrinaje, porque ser peregrino es conocer el camino que se debe seguir para llegar a un destino concreto.
El caso no es andar, porque personas como yo al andar por andar terminamos haciendo círculos que sólo construyen pozos.