La
primavera se me enreda
como
una mala hierba
atravesándome
los tobillos
y trepando
hasta cubrir el pecho.
Hoy no
me salvará el verde campo
ni el
azul cielo,
siquiera
los sombríos que conservan
la
escarcha de un invierno
que me
dejó el alma tibia,
dormida
sin anhelos, en algún remanso.
Y sin
querer hacerlo me escabullo
hacia
la atonía de días raros,
de
soles que me enojan
e
impasividades que me afloran.
¿Cómo
podar sin sajarme el pecho,
sin
quebrarme los tobillos,
sin
infertilizar el alma,
sin desollar
las alas?
Como
una mala hierba
(sin
saber qué quedará de mí)
me
cubre la primavera.